jueves, 11 de enero de 2007

URBANO PAISAJE, 2005




Corte y Conexión.

Existe entre la producción visual y las condiciones de existencia de Cristián Corral, – como siempre ocurre en toda obra coherente– una relación marcada por la intensidad. Una intensidad que como el mismo deja en claro, se garantiza antes que nada por el placer de la ejecución gráfica, y por lo mismo, de conexión genética, háptica e inmediata con el devenir de su aquí y ahora.

Hay que dejar en claro, eso sí, que producir por placer no equivale en este caso a despreocupación o frivolidad, sino a cierto talante que prioriza la imagen y su elaboración impresa como necesidad primera, incontenible e impostergable; de ahí su carácter intenso.
Debido a lo anterior, las imágenes de C. Corral, tienen su origen recurrente en acontecimientos realmente vividos, en momentos de población experimentados, en espacios de pasaje, en el lento transcurrir del sitio eriazo, allí donde la urbanidad oficial que hegemoniza su ritmo en el radio central de la ciudad, se hace difusa.

Así las cosas, se podría suponer que estamos frente a un productor que consecuente con su identidad de crianza, ha decidido cortar definitivamente con normas que vienen a ser la prueba de la presencia del Estado en el sector centro, para así optar por operaciones visuales marginales, menos formales y desplazadas, no sólo de la herencia hispana de la Plaza de Armas, sino además de la tradición que impone su canon protocolar en el grabado por medio de la prueba de estado, que anticipa la pureza de la edición que seguirá. Nada más falso que eso; por que me parece que lo que en realidad pone en acción Cristián Corral es una operación de recuperación del centro desde situaciones periféricas, es decir, monta procesos de corte, pero también de conexión que vienen a invertir conceptos propios de la cultura central ingenua, a la vez que crea un enlace con los circuitos reconocidamente informados y centrales.
¿Por qué cree usted que nuestro autor titula su proyecto como: “Urbano Paisaje”, y no “Paisaje Urbano,” como reclamaría la sintaxis en línea del ciudadano común?

Por eso, porque en un proceso de inversiones, Corral perturba la idea del paisaje impuesto por las normas de urbanidad y ornato de algún servicio de turismo, pero lo hace con un arsenal técnico-visual que esa misma urbanidad moderna y comercializante utiliza para otros fines y que de paso crea otras periferias.


Corte y Torsión.

Una definición _ muy general _ del grabado contemporáneo, sitúa su poética de producción dirigida a una recepción casi de cámara, de carpeta atesorada y no a muro expuesto como exige la pintura. Es el caso de los distintos tipos de Grabados sobre Metal o de la Litografía una vez perdida su utilidad publicitaria. “La Lira Popular” incluso, adquiere en la contemporaneidad características de tesoro privado al ser despojada de su función marginal y obrera. Entonces allí, en formatos más bien pequeños ediciones controladas que priorizan un expresionismo subjetivo y cierta estética de lo sublime, se han cultivado las Artes del Grabado en Chile.
Por otra parte, la actual modernidad tecnológica respondiendo a las necesidades que sostienen a la industria cultural del “costo-beneficio”, irrumpe desde fines de la década de los 90’con enormes capacidades y procedimientos, tanto para la producción de imagen como en múltiples métodos de divulgación masiva los que parecen no tener límites ni de cantidad ni de tamaño.
Para el curador y crítico Justo Pastor Mellado, el cambio referido, ha provocado que muchos grabadores usen las nuevas metodologías como un “culto del fetiche tecnológico”, sustrayéndose así –mediante un puro truco- de un verdadero arte contemporáneo.
De modo parecido, Nelly Richard, estudiosa atenta de los fenómenos de periferia y desplazamientos culturales, afirma que el espacio visual se ha convertido en un “tótem tecnológico” , un poder de embrujamiento en el que confía “ciegamente” la modernización chilena de los malls.

Para Nelly Richard la cultura del catálogo de tienda, de la gigantografía y del zapping ambiental, sumada a “una crítica dedicada a sonreírle a cualquier chatarra espiritual”, han provocado un presentismo que oculta el pasado donde está el origen del poder (económico) que “se extiende por la ciudad saturada de controles magnéticos”.
He traído aquí la cuestión de las tecnologías visuales, porque precisamente en esta exposición: Urbano Paisaje, se hace uso de ellas como cuestionamiento fundamental en la densidad de la propuesta.

Cristián Corral, celoso cautelador de técnicas gráficas canónicas, se desplaza _como ya he anticipado _ no solo de la plaza metafórica del territorio central, sino simultáneamente lo hace al revés, precisamente hacia tecnologías y soportes propios de la gráfica industrial, de la gigantografía en plotter, y de la intervención digital que es usada por la publicidad central como rampa de lanzamiento y conquista mediática.
Si huele a traición, corrijamos reforzando la idea que en Corral hay una recuperación del centro desde la orilla, por lo que la opción por los confines de la urbe, no corresponde acá a una intención autoexiliante, de hecho en su época de estudiante se desplazó a diario desde Peñalolén a “La Chile” y ahora desde el fin de “Chigua”(yante) hasta la “U de Conce” donde ejerce docencia.

Convengamos entonces que a Cristián Corral lo encontramos situado frente a ciertas circunstancias de astucia estratégica que traen a recuerdo un caballo gigante como el de Troya, ese que desde los extramuros acarrea en su panza otros contenidos distintos a los que habitualmente acarrea un caballo. Aquí, si es que hay traición, sería en sentido inverso, de vigilia y coherencia con el origen aparentemente menor, porque la tecnología del portento óptico, es obligada a servir a los intereses íntimos de un grabador que da cuenta de la cultura de callejón, de la polvorienta cancha de barrio, de una lejana ribera del Bío-Bío que no calificaría como bullicioso balneario “top”.

Se tuerce así la intención de la cultura de la amnesia, entendida ésta como industria del presentismo publicitario, para otorgar gran visibilidad a un presente perdurable, ese presente privado, lento e intenso que es mucho más propio de la contemplación y reflexión visual, que de todo alarde destinado a la seducción inmediata y desechable del ilusionismo contemporáneo.


Edgardo Neira M.
Departamento de Artes Plásticas
Universidad de Concepción










































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